Barbara Stammel. Giza orbanak / Manchas humanas / Human Stains
Barbara Stammel
Giza orbanak / Manchas humanas / Human Stains
Inauguracion:
10 de julio, 19:30
Del 10 de julio al 6 de septiembre de 2014
Horario:
De martes a viernes:
16:00 - 20:00
Sabados:
11:00 - 14:00 / 16:00 -20:00
Barbara Stammel: el poder de la pintura
Empecemos reconociendo algo: no a todo el mundo le gustarán los cuadros de Barbara Stammel. Sus lienzos y sus obras en papel plantean un reto tanto visual como intelectual. Ojos fascinantes que miran con fijeza desde rostros pintados a base de pinceladas de gris y blanco, amarillo, verde y pardo. Observando al espectador inquisitivamente, pero sin hostilidad, nos enfrentan a nosotros mismos.
Las pinturas de Stammel no son fáciles. Stammel rehúye la abstracción y la representación. Sus figuras imponen realismo sin ser realistas. Como una sinfonía de Wagner o el Fausto de Goethe, su trabajo es grandioso, arrollador, difícil, pero inolvidable.
Barbara nos llega desde Alemania, tierra de poetas y filósofos, de grandes músicos y poderosos pintores. Fiel a esta herencia, Barbara utiliza la pintura como un compositor utiliza el sonido. Tonos frescos, manipulados con destreza, se defienden entre grises, granates y marrones. Una pincelada de amarillo y un toque de verde brillante o escarlata crean el todo en un crescendo que rompe a nuestro alrededor como el romper de una ola.
Sin embargo, no hay que equivocarse: esta confusión no es un caos. Los cuadros de Stammel son declaraciones contundentes de cualidades que caracterizan a la propia artista: afirmaciones de vida, vigor, obstinación y tenacidad. Hay dolor, pero también serenidad en estos rostros que parecen – pero no son – retratos. En ellos también hay memoria, recuerdo de cosas pasadas y aprensión a las cosas por venir.
Stammel nació en el pequeño pueblo de Söcking, cerca del lago de Starnberg, en el sudoeste de Múnich. Un destacado habitante del pueblo fue el pintor expresionista Fritz Gartz, que alcanzó la fama después de la Primera Guerra Mundial para retirarse del escenario artístico durante los años del nazismo. Vivió una tranquila reclusión y murió en Söcking a la edad de 77 años en 1960, año en el que nació Barbara.
Al norte de Söcking se encontraba Dachau, asentamiento del primer campo de concentración nazi. Entre sus más tempranas reminiscencias Barbara recuerda a sus padres contando como de niños que vivían en las proximidades, observaban escondidos tras los árboles las columnas de prisioneros que marchaban encadenados a realizar trabajos forzados en la vecina fábrica de BMW. En la década de los años sesenta del siglo pasado, los alemanes todavía estaban aprendiendo a aceptar su historia reciente y la sombra de tales recuerdos se cernió sobre la niñez de Bárbara. Fue durante esos años cuando su compatriota, el artista alemán Georg Baselitz presentó sus obras "Helden", o "Heroes", representaciones irónicas de repatriados extenuados de la Segunda Guerra Mundial. Años más tarde, los rostros de Stammel comparten el mismo anticonformismo rebelde característico de la obra de Baselitz.
Entre las primeras influencias de Stammel se encuentra su madre, una mujer creativa y siempre ocupada haciendo cosas con las manos en casa, y un simpático herrero que vivía en las proximidades a quien ella solía ayudar en su forja después de la escuela. El cambio fue una característica de su niñez. Cuando tenía ocho años y después otra vez a la edad de 12 años, su padre, vendedor de alfombras, trasladó a la familia a otro lugar. Aunque seguían estando en Baviera, esto supuso perder el contacto con los viejos amigos y hacer otros nuevos.
El cambio y la movilidad fueron una constante durante sus años universitarios. Para financiarse los estudios realizó diversos trabajos, entre los que se incluye el de revisora de coches cama de tren que la llevó de un lado para otro por todo Europa. Entre dos trenes nocturnos, encontraría tiempo para echar una mirada a Roma, Hamburgo o Estocolmo.
En 1987, se matriculó oficialmente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Múnich. Fue el comienzo de un periodo de intensa creatividad, trabajando hasta altas horas de la noche y primeras horas de la madrugada en los cobertizos de madera que servían de estudios para su clase. Durante los siguientes siete años, incluyendo un intervalo en 1990 en el que fue a estudiar a Barcelona, Stammel trabajó en una serie de proyectos, incluidos algunos claramente relacionados con sus estudios de biología, como es el caso de la serie de pinturas sobre el corazón "The Heart". En 1994, dejó Alemania para venir a Euskadi y establecerse con Xabi, el estudiante y posteriormente profesor de filosofía a quien había conocido durante los años que este pasó dedicado al estudio e investigación en Múnich.
Cambio, huída, la angustia del emigrante, pero también las dudas del colono, estos son algunos de los temas que subyacen en la obra de Stammel. Trabajando en series, la artista reproduce la obsesión de la añoranza, la fuerza de la distancia y el anhelo de otro lugar. Una de las primeras series que pintó en Euskadi, "Gente mirando el mar", muestra caras pintadas en bolsas de papel que cuelgan de una estructura de hierro para que se muevan con la brisa. Todas las caras miran en la misma dirección, hacia afuera, al océano, anhelando otras tierras lejanas.
Otra serie, "Dark Swimmers" (Nadadores oscuros), pintada sobre bolsas de papel de mayores dimensiones, mostraba gente nadando por la noche, luchando por llegar a tierra. Colgadas de cables a lo largo de la galería donde se exhibían, formaban un pasillo de iniciación enfrentando a los visitantes con la fatiga y la desesperación de los nadadores. En la misma línea, su serie "Shipwrecked", o "Naufragos", mostraba representaciones incisivas de emigrantes huyendo de África en la búsqueda desesperada de una vida mejor en otra parte. Su última serie, "Human stains" (Manchas humanas), es una presentación en diapositivas de idas y venidas, de identidades que emergen ante nuestros ojos, para después desdibujarse y desaparecer dando paso a la siguiente en una cadena humana de apariencia, parecido y ocultación.
¿De dónde proceden estas caras? Con frecuencia tienen su origen en fotografías – de amigos y conocidos, o sacadas de revistas. Aunque eso es solo el principio. Una vez que Stammel coge el pincel, se inicia un proceso de transformación.
Su punto de partida son los ojos. Para aquellos que conocen el modelo del que han sido tomados, el resultado suele ser un poderoso parecido. Aunque eso es lo más cerca que sus pinturas se acercan a la representación. Son retratos de personas que pueden existir, pero que no existen. Su realismo no es fotorealismo, sino el realismo de la Angustia existencial.
Una vez que tiene los ojos, Stammel se embarca en la acción pictórica principal. Se aplica pintura al lienzo. Afloran tintes y texturas. Hace unos años, sus caras eran crudas y atormentadas. La pintura estaba trabajada agresivamente, con espátula, para que pareciera carne con la piel despellejada. Era como si una capa protectora externa hubiese sido arrancada para dejar al descubierto la crudeza de la vida y la experiencia.
En algunos de sus últimos cuadros se ha iniciado un proceso de curación. Estos rostros siguen siendo testigos inquietantes de nuestra vida cotidiana, pero presentan un aspecto más calmado y mantienen la piel exterior intacta. Por un momento, podemos tomar un respiro de la angustia actual del mundo.
Pero la angustia sigue ahí. Mirándonos fijamente desde los lienzos, los ojos nos escudriñan, cuestionando nuestras motivaciones e intenciones. Son rostros tensos por los recuerdos ancestrales. Incómoda, incluso hasta llegar a la grosería, no cabe ninguna duda de la profundidad de la obra de Stammel. Las estructuras y los cables de los que la artista suele colgar sus obras pintadas sobre papel soportan y contienen sus creaciones. Pesadas botas de yeso adoquinan la flota de emigrantes náufragos varados en las playas de Europa. Ruedas de granito entorpecen la movilidad de uno de sus cuadros de caras colgado de una estructura de metal.
Sin embargo, lo que domina es la pintura, en la intersección de la percepción y la realidad. A diferencia de Lucian Freud, cuyos cuadros son también celebraciones de la textura de la pintura y el carácter perecedero de la carne humana, Stammel rechaza cualquier tentación hacia el parecido objetivo. Contemplar un cuadro de Stammel es entrar en un mundo más allá del individualismo. Ahí radica la fuerza y el poder de su arte.
Nick Bray
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