Textos confinados II: escritos desde la cárcel
A diferencia de Dickinson, Proust, Jackson o Salinger, muchos escritores pasaron etapas de sus vidas confinados en contra de su voluntad. Es el caso de aquellos que por uno u otro motivo permanecieron un tiempo en cautividad. Entre ellos, algunos fueron capaces de escribir durante su estancia en la cárcel mientras que otros lo hicieron una vez habían salido.
Autores que escribieron mientras permanecían encerrados fueron Miguel de Cervantes, Maquiavelo, el Marqués de Sade u Oscar Wilde, entre otros. La lista es muy larga. Es posible que ponerse a escribir les ayudara a alejar sus penas o que fuera un arma para dar testimonio de su experiencia. Lo cierto es que esa etapa de reclusión les “permitió” disponer de tiempo para reflexionar y dejar volar la imaginación, pues si bien sus cuerpos estaban condenados a estar encerrados en el reducido espacio del penal, sus mentes seguían siendo capaces de trascender la realidad impuesta e invocar a las musas.
Hace ya más de siete siglos que el mercader, aventurero y viajero Marco Polo fue hecho prisionero a causa de los enfrentamientos entre genoveses y venecianos a finales del siglo XIII. Durante la temporada que permaneció en la cárcel, compartió celda y confidencias con alquien que sabía leer y escribir llamado Rustichello de Pisa quien, en 1300, recogió en Los viajes de Marco Polo sus extraordinarias hazañas dando a conocer en Europa las civilizaciones de Ásia Central y China.
En pleno Renacimiento y sin salir de Italia, el diplomático, funcionario y filósofo Nicolas Machiavelo escribió su famoso texto El príncipe en 1513, mientras permanecía encerrado en contra de su voluntad y retirado de la actividad pública a las afueras de Florencia acusado de conspiración contra los poderosos Médici. El príncipe convirtió a su autor en el padre de la Ciencia Política moderna y fue el primero de ocho textos escritos por Machiavelo entre 1513 y 1525.
A finales de ese mismo siglo, Miguel de Cervantes fue encarcelado en Sevilla acusado de quedarse con dinero público mientras ejercía de recaudador de impuestos. Si bien solo pasó unos meses en la cárcel por este motivo, él mismo reconoce en el prólogo de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que fue entonces cuando empezó a gestar la que para muchos críticos es la primera novela moderna y un hito en la literatura universal.
Ya en el Siglo de las Luces, el novelista John Cleland estaba encerrado en una prisión londinense por una importante deuda que había contraído cuando en 1748 escribió la controvertida Fanny Hill. Memorias de una cortesana. Considerada la primera novela erótica de la historia, su publicación le acarreó muchos problemas con la justicia y con el tiempo se convirtió en uno de los libros más perseguidos y censurados, y, a su vez, más pirateados de la historia.
En el otro extremo del Canal de la Mancha, otro maestro de la controversia que pasó temporadas encerrado entre cárceles y manicomios fue el Marqués de Sade. Tan polémico en su obra como en su vida real, el autor de La filosofía en el tocador y de Justine o los infortunios de la virtud pasó, en total, 27 años privado de libertad. Ferviente defensor de la doctrina del ateísmo radical, en sus escritos vence siempre el vicio sobre la virtud, hecho que propició que su lectura estuviera perseguida por la Iglesia Católica, como atestigua el Index librorum prohibitorum.
De vuelta en Inglaterra, Oscar Wilde también pasó por el presidio acusado de inmoralidad y allí escribió De profundis, una carta de amor dedicada a su amante. La sociedad victoriana no perdonó la arrogancia con la que el popular escritor homosexual se defendía de las acusaciones sobre su conducta y recibió una condena ejemplarizante.
Otros no pudieron escribir durante su encarcelamiento debido a lo traumático de la experiencia, y no fue hasta que salieron de prisión cuando pudieron relatar sus vivencias. Así les sucedió a los rusos Fiódor Dostoievski o a Aleksandr Solzhenitsyn, que escribieron Memorias de la casa muerta, Un día en la vida de Iván Denisovich o Archipiélago Gulag después de salir de la carcel.
Pero la lista es mucho más larga: Miguel Hernández, Jean Genet, Sir Thomas Malory, Wole Soyinka, Ngugi wa Thiong’o, Antonio Gramsci, John Bunyan, Ezra Pound, Nelson Mandela… hasta el mismísimo Adolf Hitler escribió Mi lucha mientras cumplía condena.
Obligados éstos y de manera voluntaria los anteriores, su reclusión les permitió a todos ellos aislarse del ruido exterior y dedicarse en cuerpo y alma a escribir. Que algunas de las obras más famosas de la literatura se escribieran en cautividad es la mejor muestra de ello.